lunes, 9 de marzo de 2009

UN ADIOS, MUY ESPECIAL

Acabo, de llegar del veterinario, donde he dejado a nuestro perro Blacky, un Scottie Terrier, para que pusiera fín a su vida y lo incinerara. Justamente hace una semana, mi hermana, se encargó de hacer lo mismo con Rocky, el perro de la abuela, un chucho que la acompañó durante doce años, aproximados, igual que a nosotros nuestro Blacky, ya que llegaron los dos con escasa diferencia en el tiempo.

La sordera y la artrosis galopante de Blacky, y el cambio de vida de Rocky, desde que la abuela cayó enferma, más la casi ceguera que le afectaba, nos hizo plantearnos a todos, la abuela incluida, con sus casi noventa años, que ya ninguno de los dos, tenía la calidad de vida de la que siempre disfrutaron.

Rocky, parecia un artista de circo, con sus galopadas atronadas y sus ejercicios sobre las dos patas traseras, que practicaba, cada vez que detectaba la llegada de alguien de la familia, y se elevaba para ver tras la reja del jardín de la abuela, quien era el visitante.

Hizo a la abuela pasear cada día, apoyada en su bastón, por el barrio de La Plata donde vive, y la acompañó en estos años de soledad que le proprocionó su viudedad, aunque siempre sus hijos estamos con ella, pero el era, con el que reia, bromeaba, le reñia, y disfrutaba.

Nuestro Blacky, comodón y glotón, que no se conformaba con su pienso, sino que siempre, cada día, esperaba el regalito, que le cayera, para disfrutar de otros placeres gastronómicos, que no le deparaba el pienso diario. La verdad, que sosete y poco amigo de carantoñas y juegos, pero buen vigilante, ya que ladraba cuanto alguien ajeno a casa, pasaba delante de nuestro jardín, o cuando nuestro repartidor de butano, llamaba al timbre para dejarnos una bombona, y con el que no hacía ningunas migas. Una curiosidad, anexo a la cocina, tenemos un patio, donde Blacky, tenía su recipiente con agua para beber, para entrar en el, tenía que salvar un escalón, cosa que en los últimos tiempos le costaba una enormidad. Cloti, mi mujer, le ponia en el escalón un paño, y le enseño, a que después de beber agua, al llegar al escalón y salvarlo para entrar de nuevo en la cocina, refregara la boca por el paño, para secar el agua que le goteaba de sus barbas. Era supercurioso, ver a Blacky, beber, llegar al escalón, secar sus barbas en el paño, y pasar a continuación a la cocina. "Bien enseñado, sí que estaba ", igual que cuando me veía abrir una lata de Choped, daba vueltas, sobre sí mismo, dos o tres, hasta que yo terminaba mi tarea, y le ponía en su comedero, una rodaja de ese manjar tan apreciado por el.

En fin, dos animales, que han vivido tanto en nuestra casa, como en la de la abuela, con los que hemos convivido doce años de nuestra vida, y a los que como una muestra más de cariño, hemos decidido sacrificar, para evitarles sufrimientos innecesarios.

1 comentario:

  1. cuanto cariño y compañá nos dan los animales,
    yo me declaro una gran amante y defensora de los animales, y cuando después de tantos años pierdes uno, se siente como si fuera alguien más de la familia, por lo menos eso es lo que siento yo.
    saludos amigo.

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