jueves, 23 de abril de 2009

CADA NOCHE Y CADA MAÑANA.

Sí, cada noche antes de acostarme y cada mañana cuando me levanto, es lo primero con lo que me encuentro. La Imagen Bendita del Santísimo Cristo de la Redención, esa Imagen, con la que cargaron los años 2000-2001-2002 y 2003 aquellos niños de entre doce y trece años, nuestros hijos que conseguian con la colaboración de los padres de todos hacer realidad sus sueños de cofrades-costaleros.
Cada Sábado por la tarde, una vez terminadas las fiestas navideñas, nos reuniamos en mi garage para construir aquel paso que cada año fuimos mejorando y que cada Viernes de Dolores, cargaban nuestros hijos por las calles de nuestra urbanización, acompañados en su recorrido además de por sus familiares por multitud de vecinos.
En sus recuerdos y en los mios, aquellas primeras marchas procesionales cuyas notas nos llegaban desde un cassette instalado en el propio paso. Después la Banda de Música del Desconsuelo que nos acompaño cada año, y cuyo director Domingo Diaz, le compuso a nuestra Imagen una marcha, la marcha "Santísimo Cristo de la Redención". Las bengalas rojas que iluminaban la recogida del paso. Las saetas que cantarón la madre de Antonio, uno de los costaleros y Juan "Tomatito". Las convivencias que disfrutamos el Domingo de Resurección con entrega de recuerdos a costaleros, monaguillos y familiares. El bar que montaron en el verano para recaudar fondos para su paso.
Hoy esos niños, crecieron, estudian sus carreras, trabajan, tienen sus novios/as, y mantienen esa amistad entre todos ellos, y con los familiares de sus amigos. No se ha dejado atrapar ninguno, ni por las drogas ni por el alcohol, y siguen siendo unos hijos extraordinarios que siguen teniendo vivos aquellos años en los que junto a sus padres con los que todos tienen una confianza exquisita vivieron momentos extraordinarios.
Desde que dejó esa Bendita Imagen de hacer su salida procesional, por acuerdo de todos, se quedó en mi casa, y en un lugar preferente de la misma, me permite cada noche y cada mañana dirigirle aquella jaculatoria con la que terminabamos en aquellos años nuestros rezos a la misma.
"Santísimo Cristo de la Redención, danos la Vida Eterna", y en esa oración cada noche están presente todos y cada uno de los que en aquel tiempo vivimos esa etapa que siempre, siempre estará en nuestro corazón.

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